Desde 1960, año en que arrancó la primera Eurocopa, ha habido muchos lanzamientos de penalti, pero quizás el más famoso fue uno de los primeros en un evento internacional, el Campeonato de Europa de 1976. Checoslovaquia, que había vencido por 3-1 a Holanda en la prórroga de la semifinal, viajó a Belgrado para enfrentarse a los campeones del Mundo y de Europa, la República Federal de Alemania. Allí, en el campo del Estrella Roja, Antonín Panenka nos regaló el momento más espectacular de la historia de la Eurocopa.
El 20 de junio de 1976 fue un día histórico para el mundo del fútbol. Las selecciones de Checoslovaquia y de la República Federal Alemana se enfrentaban en el Stadion Crvena Zvezda de Belgrado por el Campeonato de Europa. Al igual que en la semifinal ante la anfitriona Yugoslavia, la RFA remontó dos goles en contra para forzar la prórroga en esta trepidante final. Dieter Müller y Bernd Hölzenbein, en el tiempo de descuento, neutralizaron los tantos de falta de Ján Švehlík y Karol Dobiaš. Pero esta vez, los Los Beckenbauer, Müller, Maier y compañía no lograron marcar en la prórroga, esa teórica superioridad alemana no quedó reflejada en el terreno de juego, y por primera vez en un torneo internacional de este calibre se llegó a la tanda de penaltis en la final.
Recuerda el mítico Sepp Maier que hubo una cierta trampa psicológica en aquel partido. "Los checoslovacos ya sabían días antes que si la prórroga concluía en empate, habría penaltis por primera vez en una final de Eurocopa, y no partido de desempate", según dijo que le contó Panenka. El presidente de la DFB, Hermann Neuberger, se lo dijo a los jugadores alemanes en la concentración. "¡Ojo, muchachos, que si hay empate, hay penaltis!", advirtió. "No se preocupe presidente que no se dará el caso, porque los vamos a barrer del campo", dijeron los futbolistas. "Llegados los penaltis, nos preguntó el entrenador quién quería tirar y todos miraron para otro lado: ¡qué bonito es el estadio!, ¡mira, un avión! Cuando faltaba por elegir el quinto lanzador, yo me ofrecí voluntario y Beckenbauer me dijo: Anda imbécil, vete a la portería y para el que te tiren. Entonces se oyó a Hoeness decir: Ya lo tiro yo. En ese momento supe que íbamos a tener un problema", recordaba Maier en un acto de la Fundación Ebert en 2011.
Los siete primeros lanzadores lograron marcar, antes de que Uli Hoeness fallara el suyo. Noveno lanzamiento. Antonín Panenka coloca el balón en su marca y se separa lentamente de él para coger carrerilla. Se sitúa fuera del área, a unos siete metros del esférico, y espera la indicación del árbitro para ejecutar su pena máxima. El italiano Sergio Gonella hace sonar su silbato y Panenka sale como una exhalación hacia la pelota. Parece dispuesto a reventar la portería defendida por Sepp Maier. Pero no, un segundo antes de que su pie derecho conecte con el cuero, colocó su pie derecho bajo la pelota y con un sutil toque elevó una parábola a media altura. Sepp Maier se venció a la izquierda de su portería cuando la pelota entra suavemente, a media altura, sin querer molestar a nadie, por el centro de la portería. Checoslovaquia gana su primera Eurocopa y Panenka acaba de inventar el penalti más famoso de la historia.
"Mis compañeros sabían de esa jugada especial y se negaban a que la ejecutara, pero el técnico Václav Ježek respaldó mi decisión... Mi confianza era plena, sabía que Sepp no se quedaría parado en el centro de la portería. La clave fue tomar varios pasos de carrera para que él esperara un remate fuerte. Cuando llegué al balón, lo impulsé suavemente con la pierna derecha hacia el centro de la portería y Maier eligió su costado izquierdo" afirmaba Panenka. El jugador checoslovaco, nacido en Praga el 2 de diciembre de 1948, narraba como "después de cada entrenamiento solía quedarme con Viktor, nuestro portero, ya que me gustaba ensayar penaltis, y siempre apostábamos una tableta de chocolate o una cerveza. Mi compañero era un gran portero, era más difícil para mí marcarle mis lanzamientos. De esta forma, antes de ir a dormir, intentaba pensar en formas de batirle, de mejorar mis errores. Así tuve la idea de que si retrasaba el inicio y sólo levantaba el balón, el portero, que se había lanzado a un lado de la portería, no podría rectificar en el aire. Esa fue la base de mi filosofía. Empecé a probarlo lentamente y a ponerlo en práctica. Aparte de que empecé a ganar peso porque ganaba las apuestas, comencé a emplearlo en amistosos, en ligas menores, y finalmente lo perfeccioné hasta usarlo en el Campeonato de Europa. Nunca quise ridiculizar a Maier porque no conozco a nadie que sea capaz de hacer algo divertido cuando el Campeonato de Europa está en juego. Elegí esa forma de tirar un penalti porque me di cuenta de que era el camino más fácil y simple para marcar un gol".
Panenka ha reconocido en muchas declaraciones que jamás pudo liberarse de su famoso penalti. "Me persiguió toda la vida, como si solo hubiera hecho eso en toda mi carrera". En Alemania, Maier, tan grande, futbolísticamente y con ese porte que le hacía parecer más insuperable por sus largos brazos, le trasladó el problema a su compañero. Lo que en el resto del fútbol fue el penalti de Panenka, en Alemania fue el penalti de Hoeness. Lo del delantero checoslovaco fue en Alemania tan solo 'la vaselina de Panenka', sin más. Maier salió indemne de aquella enorme sorpresa. "Si me hubiera quedado quieto lo habría parado, pero decidí hacerle el favor y dejé pasar el balón. Tirando así el penalti, si no lo mete toda Checoslovaquia le hubiera considerado un estúpido y habría concluido su carrera deportiva", decía el portero alemán. "Pero aprendí a no lanzarme muy pronto, aunque en realidad seguí sin parar muchos penaltis".
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