25 julio 2013

La mano maldita del fútbol español

A más de uno (y de dos), el nombre de Franco Gemma, probablemente no le dirá nada. Sin embargo, este niño de no más de 10 años es alguien que está ligado a la historia de España en los Mundiales, y a la más negra concretamente. Aunque no fallara un gol a puerta vacía, ni fracasara en su intento de atrapar un escurridizo balón, ni fallara un penalti decisivo, ni anulara incomprensiblemente un gol legal, hay una página dedicada a Franco Gemma en la historia negra de la selección española, junto a las de Cardeñosa, Arconada, Eloy, Salinas, Raúl, Al-Ghandour y Joaquín. Una historia negra que hasta hace no mucho era el pan nuestro de cada día.

Nos situamos en 1954, España se jugaba su pase al Mundial de Suiza en una eliminatoria contra Turquía, que no era un equipo muy sólido. La euforia había invadido a la selección, ya que España había completado su mejor actuación en un Mundial (4º puesto) en 1950, y se soñaba con hacer algo grande en tierras helvéticas. En la ida, disputada en el Santiago Bernabéu, España ganó sin problemas a Turquía (4-1). Dos meses después, la selección viajó a Estambul para jugar el partido de vuelta, donde los otomanos derrotaron a los españoles por 1-0 y ambos equipos tuvieron que disputar un partido de desempate, ya que en aquella época la FIFA no contemplaba el hoy archiconocido 'gol average' (sólo se contabilizaban el número de victorias), y la fórmula de los penaltis tampoco se había inventado. 

La victoria turca hacía necesario un partido de desempate, que la FIFA decidió que tuviera lugar tres días después en Roma. Las cosas comenzaron mal desde el primer momento. Poco antes de que los hombres de Luis Iribarren decidieran saltar al campo a jugar el partido, los integrantes de la Federación Española recibieron un telegrama de la FIFA en el que se comunicaba que Ladislao Kubala, no podría jugar el partido. El futbolista del Barcelona era un prodigio y estaba considerado como uno de los mejores jugadores del mundo. Fue un episodio polémico y todavía no aclarado, en el que los implicados de la expedición española aseguraron recibir el mensaje "Attention equipe espagnole situation jouer Kubala" que comunicaba la irregular situación del futbolista de origen húngaro. Todo apunta a que fue más bien un error de interpretación que nadie quiso reconocer, y que en el telegrama sólo se llamaba la atención sobre la situación del jugador, pero sin prohibir la participación. Mucho se ha escrito sobre aquella notificación y no hay nada claro. Parece que existía una denuncia sobre la situación de Kubala por parte de la federación húngara, que años antes había suspendido al jugador a perpetuidad. Por parte de Turquía no hubo protesta alguna y la FIFA, más tarde, negó que ese telegrama hubiera sido obra suya. Un asunto turbio que, mucho nos tememos, jamás verá la luz. Posteriormente Kubala no tuvo problemas para seguir jugando con la selección, cuya camiseta defendió hasta 1961.

Lo cierto es que el combinado español saltó al campo del Olímpico de Roma sin su jugador más determinante, lo cual, merma futbolística aparte, suponía un golpe psicológico importante. El partido acabó con un 2-2 en el marcador, y por lo tanto estábamos ante un nuevo empate. El partido se fue a los 30 minutos de prórroga, que tampoco sirvieron para alterar el marcador. Los federativos españoles intentaron forzar un segundo partido de desempate, pero el reglamento de la FIFA en este caso era tajante: "Si el tercer encuentro, con prórrogas de dos tiempos de quince minutos cada uno, no decide el resultado, el vencedor será designado por sorteo al terminar el partido, en presencia de un delegado de la Comisión Organizadora".

Media hora después, mientras los jugadores aguardaban expectantes la resolución en los vestuarios, en la sala de prensa del Estadio Olímpico tenía lugar el sorteo. Dos papelitos bien doblados, un recipiente de cobre a modo de urna y una mano inocente, la de un hijo de un trabajador del Estadio Olímpico. 'Il bambino', de nombre Luigi Franco Gemma, con los ojos vendados, introdujo la mano en la improvisada urna y sacó uno de los papeles, al abrirlo, leyó el nombre 'Turchie' (Turquía en italiano). España estaba fuera tras la eliminación más cruel de su historia.

Las críticas ante la inesperada derrota frente a una selección de segunda fila aceleraron la marcha, pocos días después, de Sancho Dávila, presidente de la Federación, y del seleccionador Iribarren, cuyo pobre papel al frente de la selección había sido muy censurado. La mano inocente de un niño había dejado a España sin Mundial. No volvería a disputar uno hasta Chile'62, y el cuarto puesto de 1950 fue durante décadas la mejor actuación lograda en un Campeonato del Mundo.

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