Leía ayer en el diario As las declaraciones del Presidente de Honor del Real Madrid en las que expresaba su sentir sobre los pitos al jugador portugués. "¿Pitos a Cristiano Ronaldo? El público es el que paga y siempre tiene la razón. Si el público pide que el jugador rentabilice su esfuerzo con goles, no hay que discutirlo. La grada siempre tiene razón, no se le discute".
Pues perdóneme usted Don Alfredo, pero no estoy de acuerdo. Decenas de ejemplos que alimentan mi teoría me vienen a la mente. Expongamos algunos: José Antonio Reyes se ha marchado del Calderón con la inmerecida etiqueta de ídolo en sus espaldas. Y digo inmerecida porque ha sido un futbolista intermitente, irregular y con un alarmante déficit de compromiso. El británico Steve McManaman salía a hombros del Bernabéu en cada partido mientras Guti era silbado por fallar dos pases, lo mismo que le pasó años atrás a Martín Vázquez o a Michel, quien tuvo durante toda su carrera una relación de amor-odio con la grada de Chamartín. Pues eso, que la afición no siempre tiene razón.
"La afición del Real Madrid pita a Cristiano Ronaldo" o "Ronaldo no es feliz con su afición", se escucha y se lee durante los últimos días en los diferentes programas y diarios deportivos. Comentario demasiado atrevido porque generaliza el comportamiento de lo que considero una minoría. Yo, que voy de vez en cuando al Bernabéu, percibo que el aficionado blanco siente devoción por el portugués, una pasión provocada más por su rendimiento que por su comportamiento y forma de ser. Es cierto que algunos madridistas le censuran en momentos puntuales su individualismo, su obcecación, su ofuscación en lanzar absolutamente todos los golpes francos, sus airadas quejas cuando falla él (o el árbitro de turno), desentendiéndose de la jugada. Como decía, en definitiva quejas o desaprobaciones puntuales, y en ningún caso de la mayoría de la afición madridista.
Las aficiones son siempre difíciles de llevar. El hincha acude al estadio con el anhelo de acariciar la felicidad. Por eso la peor noticia para un club es que su equipo no tenga ídolos sobre el campo. Eso le sucede ahora al Atlético de Madrid. Todavía recuerdo cuando iba de pequeño al Calderón con mi hermano y mi cuñado, y oía corear los nombres de los Futre, Schuster, Abel, Simeone, Juninho o Pantic. Hoy no hay ídolos, en unos años se fueron Torres, Agüero, Forlán y De Gea. En la plantilla actual no hay jugadores que marquen ese patrón. A Antonio López, capitán del equipo, le falta protagonismo y carisma; Domínguez es quizá demasiado joven, y los Falcao, Diego, Arda y compañía están muy lejos de emocionar a la afición rojiblanca.
Los únicos nombres que grita la afición son los de la familia Gil y el de Cerezo, y no es precisamente para animarles. El ídolo actual del club del Manzanares es su nuevo entrenador, el 'Cholo' Simeone, mala noticia para el Atleti. La teoría me dice que un entrenador debe contagiar ilusión con su propuesta, su compromiso y sus hechos. Debe quitar presión a sus jugadores, pero nunca convertirse en número uno para su afición. En Camp Barça, Guardiola llegó a serlo como jugador y está muy cerca de conseguirlo como entrenador, pero los Messi, Xavi, Fàbregas, Piqué, Iniesta y Puyol son los verdaderos artífices de los triunfos azulgranas. Mourinho en año y medio se ha convertido en algo parecido a un 'gurú' para los devotos de la religión madridista, pero los Casillas, Sergio Ramos, Xabi Alonso o Cristiano Ronaldo siguen vendiendo camisetas a velocidad de vértigo.
El Atlético de Madrid se tambalea, su proyecto no vende ilusión, y la afición es consciente que Simeone no es más que un parche sobre el 'enésimo' proyecto fallido. El argentino se enfrenta como entrenador a un reto que lo puede encumbrar o lo puede convertir en 'ídolo de papel'. Todo dependerá, como siempre, de los resultados, aunque la afición es consciente que los verdaderos culpables van al estadio vestidos de traje y dicen representar a una entidad que parece venirles grande.
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