La octava edición de la Eurocopa, que tuvo lugar en la República Federal Alemana entre el 10 y el 25 de junio de 1988, se recordará por la estelar aparición en escena de la segunda versión de la ‘Naranja Mecánica’, de una Holanda que, por momentos, recordó a la de la era Cruyff, aunque sin tanto brillo, pero que la superó con un título continental.
La Holanda de 1988 era un equipo que, dirigido por el maestro Rinus Michels (el inventor del futbol total), basaba su juego en las estrellas del Milan italiano (Frank Rijkaard, Ruud Gullit y Marco Van Basten), y contaba, además, con grandes nombres como Ronald Koeman, Gerald Vanenburg, Jan Wouters, Arnold Mühren, y cuyo juego volvió a encandilar al mundo del fútbol.
Con estos mimbres dorados, Holanda acabó por fin con su maleficio de la mano de Gullit y Van Basten en una final en la que superó a la URSS de Rinat Dassaev, Zavarov, Protassov, Mikhailichenko y Belanov, otro grandisimo equipo, en definitiva eran los dos mejores.
Curiosamente ambos equipos se habían enfrentado en la jornada inaugural de la primera fase, y la URSS había vencido por 1-0 y había terminado en cabeza del grupo por delante del combinado ‘orange’, que amarró la segunda plaza con victorias ante Inglaterra (3-1) e Irlanda (1-0). La URSS además, había vencido 3-1 a Inglaterra y empatado 1-1 con Irlanda.
En semifinales, Holanda aguó la fiesta de los anfitriones y se tomaba la revancha 14 años después de la final del Mundial del 74. El conjunto ‘tulipán’ ganaba 2-1 un partido que definió al final Van Basten. Antes Lothar Matthäus y Ronald Koeman habían marcado desde los once metros.
En el otro encuentro, los soviéticos, dirigidos por Valery Lobanovsky (cuya base era la del exitoso Dynamo de Kiev), salieron airosos a un día lluvioso y frenaron en seco a Italia (2-0) con goles de Litovchenko y Protassov, demostrando su increíble talento y confirmando porqué eran favoritos para llegar a la final.
La final, disputada en el Olímpico de Munich, entre la URSS y Holanda prometía, pues realmente no existía ningún favorito ya que ambas selecciones habían disputado un excelente torneo, aunque el 25 de junio era el día de los holandeses, ya que jugaron un grandísimo partido.
La URSS jugó un partido completo en el que apretaba y no dejaba jugar a Holanda, Gullit abrió el marcador con un remate de cabeza en el minuto 32, pero todavía faltaba la obra maestra. El reloj marcaba el minuto 54 cuando un centro de Arnold Mühren dejó a Van Basten escorado a la derecha en una situación imposible para el remate, pero el delantero enganchó una acrobática volea que superó al portero Rinat Dassaev, pasando a los libros como uno de los mejores goles de la historia. Poco después, Hans van Breukelen salvaba los muebles para su equipo al detener un penalti a Belanov.
En la final el único color que hubo fue el naranja de un equipo que recogió, con clase y fuerza, el testigo de Cruyff y compañía 14 años después. En la Eurocopa de 1988, Holanda triunfó en Alemania desplegando un juego muy vistoso con un ataque demoledor. Ruud Gullit, Frank Rijkaard, Ronald Koeman y sobre todo Marco Van Basten (goleador y mejor jugador del torneo) fueron los pilares de aquel equipo de ensueño, que todavía hoy se recuerda y sirve de ejemplo para los más chicos.
La Holanda de 1988 era un equipo que, dirigido por el maestro Rinus Michels (el inventor del futbol total), basaba su juego en las estrellas del Milan italiano (Frank Rijkaard, Ruud Gullit y Marco Van Basten), y contaba, además, con grandes nombres como Ronald Koeman, Gerald Vanenburg, Jan Wouters, Arnold Mühren, y cuyo juego volvió a encandilar al mundo del fútbol.
Con estos mimbres dorados, Holanda acabó por fin con su maleficio de la mano de Gullit y Van Basten en una final en la que superó a la URSS de Rinat Dassaev, Zavarov, Protassov, Mikhailichenko y Belanov, otro grandisimo equipo, en definitiva eran los dos mejores.
Curiosamente ambos equipos se habían enfrentado en la jornada inaugural de la primera fase, y la URSS había vencido por 1-0 y había terminado en cabeza del grupo por delante del combinado ‘orange’, que amarró la segunda plaza con victorias ante Inglaterra (3-1) e Irlanda (1-0). La URSS además, había vencido 3-1 a Inglaterra y empatado 1-1 con Irlanda.
En semifinales, Holanda aguó la fiesta de los anfitriones y se tomaba la revancha 14 años después de la final del Mundial del 74. El conjunto ‘tulipán’ ganaba 2-1 un partido que definió al final Van Basten. Antes Lothar Matthäus y Ronald Koeman habían marcado desde los once metros.
En el otro encuentro, los soviéticos, dirigidos por Valery Lobanovsky (cuya base era la del exitoso Dynamo de Kiev), salieron airosos a un día lluvioso y frenaron en seco a Italia (2-0) con goles de Litovchenko y Protassov, demostrando su increíble talento y confirmando porqué eran favoritos para llegar a la final.
La final, disputada en el Olímpico de Munich, entre la URSS y Holanda prometía, pues realmente no existía ningún favorito ya que ambas selecciones habían disputado un excelente torneo, aunque el 25 de junio era el día de los holandeses, ya que jugaron un grandísimo partido.
La URSS jugó un partido completo en el que apretaba y no dejaba jugar a Holanda, Gullit abrió el marcador con un remate de cabeza en el minuto 32, pero todavía faltaba la obra maestra. El reloj marcaba el minuto 54 cuando un centro de Arnold Mühren dejó a Van Basten escorado a la derecha en una situación imposible para el remate, pero el delantero enganchó una acrobática volea que superó al portero Rinat Dassaev, pasando a los libros como uno de los mejores goles de la historia. Poco después, Hans van Breukelen salvaba los muebles para su equipo al detener un penalti a Belanov.
En la final el único color que hubo fue el naranja de un equipo que recogió, con clase y fuerza, el testigo de Cruyff y compañía 14 años después. En la Eurocopa de 1988, Holanda triunfó en Alemania desplegando un juego muy vistoso con un ataque demoledor. Ruud Gullit, Frank Rijkaard, Ronald Koeman y sobre todo Marco Van Basten (goleador y mejor jugador del torneo) fueron los pilares de aquel equipo de ensueño, que todavía hoy se recuerda y sirve de ejemplo para los más chicos.
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