A finales de los ochenta y principios de los noventa, todo el orbe futbolístico sucumbió ante un equipo que revolucionó el concepto del juego zonal. El Milan que Sacchi construyó venía a destruir toda una cultura futbolística. Podemos afirmar sin temor a exagerar que este equipo revolucionó el fútbol de finales de los 80 y sentó las bases para la evolución del fútbol moderno durante la década de los 90, practicando un juego del que no se conocían precedentes en Italia.
Corrían los años 80 del pasado siglo y la entidad rossonera no pasaba por su mejor momento. Habiendo descendido a la Serie B italiana, sus éxitos pasados no ocultaban la gran decepción de verse en inferioridad frente a los otros grandes de Italia, como Juventus, Inter o el Nápoles de Maradona. La llegada de Silvio Berlusconi a la presidencia del club trajo de la mano a un entrenador, Arrigo Sacchi, que con el Parma había eliminado, la temporada anterior, al conjunto lombardo de la copa italiana.
El sistema de juego que impuso Sacchi se basaba en una defensa zonal más cerca del medio campo que del portero, con una presión asfixiante, utilizando magistralmente la táctica del fuera de juego cuando era necesario, y con una perfecta sincronía entre líneas. Esto no era nuevo, pero la diferencia fundamental era que el equipo italiano tenía además una fortaleza física que le permitía mantener ese orden durante todos los partidos. De esta manera se conseguía recuperar la pelota rápidamente y evitar que el otro equipo impusiera su control del juego, maniatando al rival hasta la confusión.
El equipo rossonero entrenaba entre 7 y 8 horas diarias. Convivían juntos en Maranello (su centro de entrenamiento), que se convirtió en la referencia de todos los grandes equipos del fútbol mundial.
Los tres holandeses criados futbolísticamente en la escuela del Ajax y fichados a golpe de talonario (Gullit y Van Basten primero, y Rijkaard un año después), daban al equipo un punto que lo hacía inconfundible e imparable a la vez. Junto a ellos fueron incorporándose al equipo Galli de la Fiorentina, Donadoni de la Cremonese, Colombo del Avellino, Ancelotti de la Roma, Virdis de la Juve, Evani de la Sampdoria, Tassotti y dos chavales de la cantera que subieron al primer equipo, un jovencísimo lateral izquierdo llamado, Paolo Maldini y un central de nombre Alessandro Costacurta.
Era un equipo rotundo, te ganaban por despliegue físico y táctico, por cuidar todos los detalles, por velocidad de balón y por clase. Con la majestuosa dirección defensiva de Franco Baresi, que colocaba su defensa casi en la línea de medios y ejercía de 'hombre escoba', la eficiencia de Costacurta en la marca, la condición de mejor lateral zurdo del mundo de Maldini, la dureza y eficiencia de Tasotti en el lateral derecho, la inteligencia y potencia de un mediocentro como Frank Rijkaard, que componía el doble pivote (junto con Ancelotti o Colombo) que construía y a su vez destruía todo atisbo de creatividad del equipo contrario, la calidad de Donadoni y Evani por las bandas, la potente actuación ofensiva de un 'todocampista' como Gullit y la genialidad de Marco Van Basten, el Milan deslumbró a Europa.
Un equipo que dejó como momentos únicos una incontestable goleada al Real Madrid de 'la quinta del Buitre', al que venció en 1989 por 5-0 en semifinales de la Copa de Europa, y luego en la final aplastó al Steaua de los Lacatus, Hagi, Petrescu y Balint con un incontestable 4-0 y sendos dobletes de Gullit y Van Basten. En la Copa Intercontinental, se enfrentó al Atlético Nacional de Maturana y ratificó todos sus meritos derrotándolo 1-0.
Un año después, en 1990, ratificaban su dominio continental coronándose, campeones de la Copa de Europa al vencer 1-0 al Benfica portugués en la final con gol de Frank Rijkaard. En el mes de diciembre del mismo año ganaban nuevamente la Copa Intercontinental, con un rotundo 3-0, al Olimpia de Asunción paraguayo.
El Milan de Sacchi ganó 1 Liga (1988), 2 Copas de Europa (1989-1990), 2 Supercopas de Europa (1989-1990), 2 Copas Intercontinentales (1989-1990), 1 Supercopa italiana (1988), 3 balones de oro consecutivos encarnados en Gullit y Van Basten, dos mas de plata de Rijkaard y Baresi y otro de bronce de Ancelotti. En 5 años poco más se puede pedir, un ejemplo para el fútbol.
Después de la salida del club de Arrigo Sacchi, el Milan quedó en manos de Fabio Capello, quien siguió cosechando triunfos a nivel mundial. La base del equipo ya estaba formada y el nuevo técnico supo aprovecharla, pero nunca más el equipo milanista volvió a jugar al fútbol como antes. El Milan de Sacchi tiene, por méritos propios, un lugar privilegiado entre los mejores equipos de la historia del fútbol.
Corrían los años 80 del pasado siglo y la entidad rossonera no pasaba por su mejor momento. Habiendo descendido a la Serie B italiana, sus éxitos pasados no ocultaban la gran decepción de verse en inferioridad frente a los otros grandes de Italia, como Juventus, Inter o el Nápoles de Maradona. La llegada de Silvio Berlusconi a la presidencia del club trajo de la mano a un entrenador, Arrigo Sacchi, que con el Parma había eliminado, la temporada anterior, al conjunto lombardo de la copa italiana.
El sistema de juego que impuso Sacchi se basaba en una defensa zonal más cerca del medio campo que del portero, con una presión asfixiante, utilizando magistralmente la táctica del fuera de juego cuando era necesario, y con una perfecta sincronía entre líneas. Esto no era nuevo, pero la diferencia fundamental era que el equipo italiano tenía además una fortaleza física que le permitía mantener ese orden durante todos los partidos. De esta manera se conseguía recuperar la pelota rápidamente y evitar que el otro equipo impusiera su control del juego, maniatando al rival hasta la confusión.
El equipo rossonero entrenaba entre 7 y 8 horas diarias. Convivían juntos en Maranello (su centro de entrenamiento), que se convirtió en la referencia de todos los grandes equipos del fútbol mundial.
Los tres holandeses criados futbolísticamente en la escuela del Ajax y fichados a golpe de talonario (Gullit y Van Basten primero, y Rijkaard un año después), daban al equipo un punto que lo hacía inconfundible e imparable a la vez. Junto a ellos fueron incorporándose al equipo Galli de la Fiorentina, Donadoni de la Cremonese, Colombo del Avellino, Ancelotti de la Roma, Virdis de la Juve, Evani de la Sampdoria, Tassotti y dos chavales de la cantera que subieron al primer equipo, un jovencísimo lateral izquierdo llamado, Paolo Maldini y un central de nombre Alessandro Costacurta.
Era un equipo rotundo, te ganaban por despliegue físico y táctico, por cuidar todos los detalles, por velocidad de balón y por clase. Con la majestuosa dirección defensiva de Franco Baresi, que colocaba su defensa casi en la línea de medios y ejercía de 'hombre escoba', la eficiencia de Costacurta en la marca, la condición de mejor lateral zurdo del mundo de Maldini, la dureza y eficiencia de Tasotti en el lateral derecho, la inteligencia y potencia de un mediocentro como Frank Rijkaard, que componía el doble pivote (junto con Ancelotti o Colombo) que construía y a su vez destruía todo atisbo de creatividad del equipo contrario, la calidad de Donadoni y Evani por las bandas, la potente actuación ofensiva de un 'todocampista' como Gullit y la genialidad de Marco Van Basten, el Milan deslumbró a Europa.
Un equipo que dejó como momentos únicos una incontestable goleada al Real Madrid de 'la quinta del Buitre', al que venció en 1989 por 5-0 en semifinales de la Copa de Europa, y luego en la final aplastó al Steaua de los Lacatus, Hagi, Petrescu y Balint con un incontestable 4-0 y sendos dobletes de Gullit y Van Basten. En la Copa Intercontinental, se enfrentó al Atlético Nacional de Maturana y ratificó todos sus meritos derrotándolo 1-0.
Un año después, en 1990, ratificaban su dominio continental coronándose, campeones de la Copa de Europa al vencer 1-0 al Benfica portugués en la final con gol de Frank Rijkaard. En el mes de diciembre del mismo año ganaban nuevamente la Copa Intercontinental, con un rotundo 3-0, al Olimpia de Asunción paraguayo.
El Milan de Sacchi ganó 1 Liga (1988), 2 Copas de Europa (1989-1990), 2 Supercopas de Europa (1989-1990), 2 Copas Intercontinentales (1989-1990), 1 Supercopa italiana (1988), 3 balones de oro consecutivos encarnados en Gullit y Van Basten, dos mas de plata de Rijkaard y Baresi y otro de bronce de Ancelotti. En 5 años poco más se puede pedir, un ejemplo para el fútbol.
Después de la salida del club de Arrigo Sacchi, el Milan quedó en manos de Fabio Capello, quien siguió cosechando triunfos a nivel mundial. La base del equipo ya estaba formada y el nuevo técnico supo aprovecharla, pero nunca más el equipo milanista volvió a jugar al fútbol como antes. El Milan de Sacchi tiene, por méritos propios, un lugar privilegiado entre los mejores equipos de la historia del fútbol.
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