Se puede decir que la temporada para el Real Madrid concluyó el pasado martes con el empate en el Nou Camp y la consiguiente eliminación de la Champions League, aunque aún quedan cuatro encuentros de liga en los que el Madrid debe pelear por la victoria, se juegue algo o no. Pero se pueden sacar ya algunas conclusiones de un año que ha supuesto el primero de Mourinho y varios jugadores en el club blanco, un año con buenos momentos y otros peores, pero que en líneas generales se puede considerar como positivo para el cuadro blanco y que debería de suponer el primero de un proyecto en el que la continuidad fuese la asignatura pendiente en un club con un banquillo demasiado movedizo.
Parece claro que Mourinho continuará la temporada próxima, y no sólo porque su finiquito sería millonario, sino porque se lo ha ganado. Ofertas no le faltarían, sin ir más lejos sus dos ex equipos, Chelsea e Inter, que estarían encantados de volver a contar con el luso y dos clubes a los que, sabido es, Mourinho tiene en estima. Tras casi una década de irregularidad y un amplio número de técnicos que no cumplieron su contrato, la continuidad del estratega de Setúbal se antoja como positiva para que el club encuentre estabilidad en su área deportiva.
Argumentos no le faltan al Madrid para considerar como satisfecha esta temporada: ha ganado la Copa del Rey, torneo que no llegaba a las vitrinas del Bernabéu hacía dieciocho años. Ha alcanzado las semifinales de la Liga de Campeones, terreno que no se pisaba desde hacía ocho años, sin mencionar los siete sin pasar de octavos. Y en liga han logrado números de campeón, que sólo un Barcelona fuera de lo normal ha sabido superar.
Ha sabido hacer un equipo de un club caracterizado en los últimos años por formar once jugadores que iban por libre. Por vez primera en mucho tiempo, lo que más se ha oído de las victorias del club blanco no ha sido aquello de la pegada y las individualidades. En este Madrid ha primado el colectivo y el grupo ha estado siempre por encima de las individualidades. De hecho, nuevos fichajes como Di María u Özil han brillado bajo esta premisa. Además se ha recuperado una gran versión de Benzema, clave en muchos partidos, y Kaká ha visto sus mejores momentos de blanco en los últimos encuentros, como en Mestalla o San Mamés, aunque el brasileño sigue siendo aún una cuenta pendiente. Una plantilla que, además, está con el portugués.
En el lado negativo, las continuas polémicas que han salpicado a la figura del portugués. También se habla del estilo de juego de sus equipos, rácano para muchos, pero esto es fútbol, no hay una manera definida que tenga que considerarse la adecuada o la mejor y los caminos del gol son inescrutables. En ambos aspectos, antes de nada, cabe decir que Mourinho siempre fue así, tanto en Inglaterra como en Italia, y sin querer justificar algunas declaraciones y sin demonizar otras como se ha hecho, en España tenemos cierta tendencia a hacer un desierto de un grano de arena y a sobredimensionar demasiado las cosas.
Las polémicas que Mourinho tuvo en Inglaterra con Ferguson o Benítez o en Italia con Allegri, hoy entrenador del Milan y entonces del Cagliari, habrían supuesto aquí poco menos que la Batalla de Trafalgar. Mourinho siempre ha sido de la opinión de que los partidos empiezan en las ruedas de prensa, un juego que muchos se toman demasiado en serio. En cualquier caso, en la cúpula blanca serán perfectamente conscientes de la polvareda que ha suscitado la figura del técnico luso, o más bien el personaje que éste se ha creado, y no estaría de más convencerle de que aquí las cosas funcionan de otra manera.
Un año, en definitiva, del que se pueden extraer varias conclusiones positivas y otras negativas que se pueden pulir, pero una balanza lo suficientemente inclinada como para considerar que el Madrid recorre un sendero por el que ha de seguir caminando.
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