Los esguinces de rodilla son las lesiones producidas sobre los ligamentos que dan consistencia a la articulación.
Producidos en su mayoría, por un traumatismo directo (golpes) o indirecto (movimientos biomecánicos). La clave para evitar estos esguinces está en no forzar los ligamentos mediante estiramientos excesivos y lógicamente no abusar demasiado de esa parte del cuerpo. En numerosas ocasiones, no se efectúa un calentamiento suficiente sobre las áreas susceptibles de sufrir este tipo de dolencias; deberían trabajarse al menos, durante 20 minutos con calentamiento capaz de endurecer el músculo y predisponerlo contra la lesión muscular.
Muchos jugadores han estado sometidos a estas incómodas dolencias. Pese a todo, son lesiones más desagradables que dolorosas.
Existen tres niveles, tres grados de lesión ligamentosa en función de la sintomatología: de primer grado o leves, cuando se dañan algunas fibras pero no hay laxitud ligamentosa; de segundo grado o moderados, donde ya se dañan algunas fibras existiendo una ligera laxitud ligamentosa; y por último, los esguinces de tercer grado o graves, cuando se produce una rotura total de uno o varios ligamentos acompañada de un dolor importante.
Uno de los errores más habituales en el momento de calentar para salir al terreno de juego es cuando se procede a dar solamente un par de carreras, sin previo estiramiento de ningún grupo muscular hasta que siente que están 'calientes' lo que ocasiona desgarro o rotura fascicular. Se debe empezar con estiramientos o elongación de cada grupo muscular, continuar con um pequeño trote y poco a poco, un pique corto y ejercicios de coordinación.
Normalmente el primer síntoma que nota el futbolista, tras forzar la rodilla, es un chasquido y dolor, y que le falla la rodilla. En ocasiones se puede presentar con inflamación.
El diagnóstico se consigue explorando la rodilla y valorando su estabilidad. El dolor se siente al palpar. Su localización exacta responde a unos criterios específicos en la exploración.
Muchos jugadores han estado sometidos a estas incómodas dolencias. Pese a todo, son lesiones más desagradables que dolorosas.
Existen tres niveles, tres grados de lesión ligamentosa en función de la sintomatología: de primer grado o leves, cuando se dañan algunas fibras pero no hay laxitud ligamentosa; de segundo grado o moderados, donde ya se dañan algunas fibras existiendo una ligera laxitud ligamentosa; y por último, los esguinces de tercer grado o graves, cuando se produce una rotura total de uno o varios ligamentos acompañada de un dolor importante.
Uno de los errores más habituales en el momento de calentar para salir al terreno de juego es cuando se procede a dar solamente un par de carreras, sin previo estiramiento de ningún grupo muscular hasta que siente que están 'calientes' lo que ocasiona desgarro o rotura fascicular. Se debe empezar con estiramientos o elongación de cada grupo muscular, continuar con um pequeño trote y poco a poco, un pique corto y ejercicios de coordinación.
Normalmente el primer síntoma que nota el futbolista, tras forzar la rodilla, es un chasquido y dolor, y que le falla la rodilla. En ocasiones se puede presentar con inflamación.
El diagnóstico se consigue explorando la rodilla y valorando su estabilidad. El dolor se siente al palpar. Su localización exacta responde a unos criterios específicos en la exploración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario